Misa, Leonard Bernstein
Leonard Bernstein no necesita presentación como maestro de musicales, dadas las numerosas producciones escénicas exitosas en su haber. No es de extrañar, por tanto, que Jacqueline Kennedy se dirigiera a él para encargarle una misa que se interpretaría durante la inauguración del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas (“John F. Kennedy Center for the Performing Arts” o simplente “Kennedy Center” en inglés) en Washington, D.C. El estreno de la obra, el 8 de septiembre de 1971, no recibió muchos elogios por parte de la crítica, pero las aclamaciones del público y las ventas de discos reafirmaron su valor. La Misa (Mass) de Leonard Bernstein forma parte del programa estival del Teatro dell'Opera di Roma. Esta representación monumental que reúne a cantantes, bailarines, actores y a una orquesta completa encuentra su escenario perfecto en las Termas de Caracalla de Roma.
Para empezar, la Misa no es realmente una misa en el sentido tradicional de la palabra. Bernstein siguió el modelo católico hasta cierto punto, y gran parte de la letra se canta en latín. Sin embargo, tanto el compositor como el letrista Stephen Schwartz contribuyeron con textos adicionales, y los ávidos oyentes identificarán así mismo pasajes en hebreo durante el Sanctus. El popular compositor Paul Simon también escribió una parte titulada Half of the People. La Misa es, por tanto, un mosaico innovador y colaborativo que aporta un sentido moderno al centenario género de la música sacra católica. Sin embargo, lo que realmente diferencia a la obra de las misas tradicionales, son las letras y la coreografía.
A diferencia de las interpretaciones que estamos acostumbrados a escuchar en la iglesia, la Misa de Bernstein es principalmente una obra teatral. Comienza con un vivaz solo de flauta que conduce a los coros a celebrar un culto armonioso. Luego, la discordia y el descontento dividen poco a poco a los cantantes y a los actores, cuando algunos empiezan a cuestionarse el lugar de Dios en sus vidas. El agudo sentido de Bernstein para el drama y la teatralidad guían a la Misa hacia una apoteosis grandilocuente, que es tan purificadora y extática como una misa clásica. Si a esto añadimos el marco histórico de las Termas de Caracalla en Roma, la Misa se convierte en una grandiosa representación moderna que demuestra el poder de la música, del movimiento y de la fe combinados.